domingo, 13 de noviembre de 2011

QUIEN SE FUE SIN SER ECHADO, VOLVERÁ SIN SER LLAMADO

Y así ha ocurrido hoy. Hace meses que no teníamos una conversación y muchos más días que no te veo el pelo. Sigues tan brusco y antipático como aquella vez, en la que decidiste que todo se acabara. La verdad es que no entiendo tu repentina aparición de hoy, no comprendo el sentido a querer saber cómo estoy tras tannnnnnnnnnnnto tiempo, tampoco me importa su origen, si total, es la intención lo que cuenta. Me pareció normal (en cierta parte) que quisieras saber como estoy, porque, al fin y al cabo, he sido una persona importante para ti (o eso creo), aunque fueras un  cobarde a la hora de elegir, escogiste la opción más sencilla, pero no por ello la más correcta ni la menos dolorosa, Petardo, preferiste la opción más fácil para ti (¡egoísta!), no pude hacer más que resignarme pese a mi tozudez. El amor es cosa de dos y si uno falla, decaen ambos.
No me arrepiento de nada de lo que hice junto a ti, son recuerdos y vivencias que me han hecho madurar, quizá esto dure mucho más tiempo del que los dos esperábamos (curioso amor de verano, ¿no crees?). Siendo sincera, ahora tampoco le veo sentido a eso de seguir con todo aquello, pero el invierno se hace cada vez más gélido y yo no tengo tus cálidos abrazos, ¡cómo anhelo tus grandes manos, joder! y sobre todo tus te quiero y eso de llamarte Petardo a todas horas. Seguramente todo esto que ha quedado sea lo mejor de esta bonita historia, con final feo, si, pero la vida real nunca tiene un final adecuado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario