jueves, 29 de diciembre de 2011

Amy Winehouse (1983 - 2011)

'' Mi justificación es que la mayoría de la gente de mi edad pasa mucho tiempo pensando en lo que va a hacer durante los próximos cinco o diez años. El tiempo que dedican a pensar en su vida, yo lo paso bebiendo alcohol. Así que desgraciadamente la mayoría de las cosas que dicen sobre mi son ciertas. Aún así si muriera mañana sería una chica feliz. Yo solo escribo sobre cosas que me han sucedido, empecé, de hecho, para desafiarme y ver hasta dónde podía llegar.''

martes, 27 de diciembre de 2011

Mi punto de inflexión; el inicio de mi coraza.

En la vida de todo cabrón hay un punto de inflexión. El momento '¡OH-OH!'. Es ahí cuando se convierte. Es el inicio de la coraza. A modo de protección contra futuros impactos nace como una fuerza inquebrantable.

El momento "¡OH-OH!" del canalla al que me refiero yo, se remonta a pocos años atrás, cuando una cualquiera a la que quiso, le jodió y el, por inseguro, se convenció de un amor devoto hacia la asesina emocional y ¡PUM! El gilipollas despertó y un buen día no puedo más.
Se tiró a todas las que pudo, hasta encontrarse conmigo. Hubo un verano inicial que trajo consigo la estupidez propia de la edad y el morbo. Luego un otoño que enrareció las cosas, un invierno que las congeló y de nuevo como si nada irrumpió una primavera. Porque como él decía, podrán con todas las flores, pero no con ella. Todo resurgió, estábamos en un verano emocional, o seamos sinceros, físico. Decidí imponer el temporal más frío jamás visto. Ahora me odias, pero no sabes lo mucho que te odie por no ser sincera cuando decía que me repugnabas, por gritar en silencio y fingir sonrisas vacías. No me diste nada y yo, sin quererte, te di demasiado. No quiero imaginar que hubiera pasado si por aquel entonces en vez de cigarrillos nos hubiéramos dado ‘Te quieros’.

Luego pasa el tiempo y lees reflexiones como esta http://costruirelamiavita.blogspot.com/2011/10/hola-bob.html y te acuerdas de que hay que tratar como te tratan y no esperar nada de nadie. Jamás.
 No le guardo rencor. No me dejó quererle, así que la rabia, sentimiento pasional acabó por morir y mi cuerpo sanó. Creo que ÉL fue mi punto de inflexión. Luego pasa el tiempo y llegan otras personas, pero fue mi punto de inflexión.

25 de diciembre; Cristianos de pacotilla.

Cristianos, cristianos... Actuar mal durante todo el año para acabar brincando efusivamente porque es Navidad. Estas hechos unos bastardos, pero ¿qué importa? Es nuestro cometido y que nadie nos lo quite. Droga para el yonki de diseño, amor para el freak natural.
Estas putas comidas familiares acabarán conmigo. Cuento los días para besar el vodka de noche vieja. Me lo tiraré. Nos casaremos y tendremos hijos cubatas con hielo. Y tú no podrás evitarlo. No me mires así, sabemos que es cierto. Y deja de leer insulso, anda. que es Navidad.


Sex n' party for all of you!

Perdóname.

Que si cuentan nuestra historia no se olviden de mencionar que hice todo cuanto estuvo en mi mano por sentir tu manos una y otra vez y amarte como una loca, de esas que gritan sin porque, de esas que odias y te enamoran otra vez.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Lo sé, lo sabes.

La distancia hizo una herida cada vez más profunda entre nosotros. El silencio nos está rodeando hasta el punto de dejar de ser lo que eramos o creiamos ser en un principio.
Todo se esta desvaneciendo.
Lo sabes.
Lo sé.
¿Y? ¿Quien intenta cambiarlo? Nadie. El viento juega a su antojo llevándonos por lugares diferentes. Pero no nos devuelve a nuestro lugar. Está quedando en el olvido.
Que triste.
Que triste tú.
Que triste yo.
Que triste todo.
La barrera está resurgiendo lentamente. Quizás esta vez no será tan fácil de evitar. Quizás esta vez quedamos atrapados en ella. Posiblemente ya nada será igual.
Dame alguna razón para que no lo crea.
¿Puedes?

Sex on fire 13/13

Hay rumores en Manhattan que afirman que en ese preciso momento por calles cercanas a un famoso café corre una chica atractiva, temerosa y de mirada perdida. Ha robado un objeto pequeño y valioso y la persiguen. Pero, como siempre, logra escapar. Se apoya en la pared de un callejón sin salida apenas visible desde la perspectiva de quienes la siguen. Respira agitadamente y mira hacia ambos lados de la calle contigua.

Alguien se acerca hacia ella. Se conocen, de hecho hace mucho incluso demasiado que se conocen. Porque jamás ha dejado de recurrir a él para saciar su ansia. Sin dejarla esperar más y tras recibir el objeto la besa con fuerza y la susurra varias palabras obscenas mordiéndole la oreja. Ella tiene de nuevo su droga, la única a la que es fiel.

Él hombre la arrastra consigo pensando en como abusar nuevamente de ella porque le parece poco el precio que acaba de pagar. Llegados a un sótano abandonado que por las reglas de la calle se rige bajo el dominio de él, este la golpea y la obliga a sentarse mientras busca entre la chatarra una botella de Jack Danield’s. Vuelve hacia ella con el hallazgo, la desnuda sin miramientos y rocía sobre sus senos y torso desnudos el licor. Sin poder evitarlo mientras él lo lame deja caer algunas lágrimas ya que recuerda a un chico que dejo escapar como una ‘particular’ muestra de agradecimiento por confiar en ella cuando nadie lo había hecho, ni siquiera ella que a día de hoy sigue sin hacerlo y rige su vida al peso de gramos estupefacientes. 

Sex on fire 12/13

ROBERT: Hicimos la locura más grande de nuestras vidas. Enloquecimos de la mano confiando en aquello que nos atrevimos a llamar ‘amor’. Las calles de Manhattan retrataron sonrisas y los baños públicos guardaron secretos cargados de efusiva pasión. Éramos el sonido estridente de un batería enamorado de la melodía en las discusiones pero sin duda el mejor de los solos de guitarra en nuestras reconciliaciones. Keith Richards, de habernos conocido se hubiera dado cuenta de que no sabía tocar la guitarra. El tráfico de Manhattan se detenía al vernos pasar, las noches eran nuestras y en cada canción de componía estaba ella, en todas. La deseé con loca devoción y exagerada admiración. 

Fueron decenas de veces las que fuimos de camino a la felicidad embriagados de un falso convencimiento sentimental que nos ataba. 

No había aire más necesario que el del otro hasta que nuestro propio aire y la burbuja que habíamos creado nos empezó a asfixiar. Las escapadas en coche por la interestatal estaban llenas de peleas, bebíamos más de la cuenta o quizás empecé a ser consciente en sus ataques de histeria. Su desequilibrio mental se dejaba caer por momentos matando toda muestra de humanidad en sus actos pero nos desnudábamos cada noche entre las botellas, el humo de sus cigarrillos y el desorden general del piso que reflejaba nuestra relación. Solo nosotros encontrábamos el orden de entre el caos aparente. Nuestros amigos nos decían que no valía la pena. Nos odiábamos algunas noches y nos reclamábamos al día siguiente en la puerta de algún motel de mala muerte a donde hubiera ido uno de los dos para alejarse de la tempestad de nuestro piso en Lower East Side.

Pero hubo un día en que no pudimos más, después de casi un año, una noche pelamos y salió de casa confiando en que mi orgullo me impediría ir a buscarla. Y no fallo. Desapareció sin dejar rastro. Nadie sabía de ella, era imposible localizarla pero sabía que estaba en mitad de Manhattan con su desaliñado y provocativo aspecto y ese semblante duro y distante a modo de escudo contra el mundo al que tanto odiaba. 

Pasaron dos meses. Sí, dos meses. Dos interminables meses que vinieron seguidos de días, semanas, y en definitiva múltiples meses que se fueron sucediendo hasta llegar a los dos años. 







Y ahora, todos siguen sin saber de ella. No he vuelto a coger un micro ni a dejarme caer por ambientes nocturnos. Abandone mi piso en Lower East Side, me rehabilite, entendí que Sharon fue la droga que me estimuló, me alteró y finalmente fue matándome sin compasión hasta que pretendió hacerlo de golpe yéndose. Es curioso, alguien me dijo que cuando amas desesperadamente sientes dolor si te hieren, pero que cuando no es así aunque te empeñes en creer que sí tan solo es rabia la que se apodera de ti. En ese caso, cuando esta se última se va, no te queda nada, solo tiempo perdido y un turbio recuerdo que intentas guardar sin rencor dando las gracias a haber aprendido de tal puñalada. 

Pero en la práctica es operación necesaria para sanarse a uno mismo requiere de ayuda externa, de una luz entre el caos. Esa luz se llamo de nuevo Samanta. Las calles de Manhattan permitieron que nos encontráramos de nuevo y nos dimos una oportunidad. Jamás hablamos de lo pasado anteriormente, aprendí a quererla y ella me perdono aunque no se cansaba de decirme que lo había hecho hace mucho tiempo. 

Escribo canciones para otros cantantes. Compongo letras que hablan de pasión, de momentos efímeros y oportunidades, algunas tienen rabia pero finalizan con un tono esperanzador porque eso es todo lo que he vivido y todo de lo que deseo escribir. Las mañanas de invierno, como esta, Manhattan se llena de estampas heladas y sonrisas que dejan escapar un aire calido que se pierde entre el frío neoyorquino. 

Desayuno con Samanta hablando de expectativas de futuro, de nuestros padres y bromeamos con los nietos que les daremos. Ella es la que principalmente habla, yo la miro saboreando de vez en cuando mi taza de taza mientras sus palabras, que apenas escucho, se mezclan entre los miles de sonidos de un conocido café. Aprecio su rostro y sonrío cada vez que se sonroja, se retira el pelo, pestañea seguidamente, se le cae el azúcar… porque gracias a su simplicidad hoy soy mejor persona. Ella, que creía en la llegada del hombre a la luna, la posible curación de las enfermedades mundiales, el amor y otras sandeces del ser humano en el sumo de su inocencia… me ha devuelto a la vida.

Sex on fire 11/13

SHARON: Mis senos quedan al descubierto y así todo mi torso que se cubre a la vez de cabellera negra y mojada. Él entra y cierra de un portazo. Camina hacia mi rápidamente y con una rabia desmedida me sube en él y me estampa contra la pared. Nuestros besos son una lucha por matarnos de excitación. Respiramos el aire del otro.

Su mano derecha busca mi placer mientras me lleva a una encimera pequeña. Aparta con mi cuerpo los objetos que se hallan. No aguanto más y sin dejar apenas de besarle busco aumentar mi placer y él me ayuda. Cuando él consigue estar dentro de mi lo hace con fuerza como si quisiera expulsar toda la rabia que lleva dentro y es tremendamente pasional. No puedo dejar de jadear y contengo la respiración para acallar el ruido placentero. Su mano izquierda se junta con la mía tras haberla buscado desesperado sin dejar de besar mis senos. Cuando la haya, la estampa contra la pared y sube su mano izquierda por mi abdomen en busca de complacer aún más mi deseo sin dejar de morder cuello. Somos un solo movimiento acelerado. Las venas de nuestras manos se marcan vencidas por la fuerza que empleamos en demostrar la sensación corporal. Mi mano libre agarra su pelo mientras muerdo mis labios intentando acallar el placer. 

Sin poder evitarlo grito abandonándome al dolor placentero que el me ofrece. Abre una y otra vez forzadamente su boca casi sin respirar y apunto de llegar al sumos del placer. Mi rostro aparenta preocupación que se rompe al lamer constantemente mis labios que se mueren entre los gemidos que reprimen la gran demostración de éxtasis. Gritamos a la vez y su movimiento se relentiliza forzándolo por momentos sin dejar de mirarnos. Sudados, extasiados, agotados, muertos de placer. 

- ¿Qué me has hecho? – consigue decir sin dejar de mirarme ahora asustado y aún dentro de mi- te necesito… - besa la parte media entre mis senos.

Mis ojos brillan y siento miedo. Miedo porque a lo mejor no tenia tan olvidado aquello de querer a alguien. Tan solo es que por miedo a que me necesiten de igual manera y por todo lo que eso implica, le apartaba de mi. Porque me doy asco. Soy incapaz de amar sin herir y la paradoja de todo es que es lo único que necesito, es la única droga que necesito y la más cara cuando es sincero. Pero ¿cuantas veces desee saciar mi deseo y jure no volver a caer y estabilizarme con esa dosis? Y es que lo que sentimos va más allá, es denigrante, sofocante, aniquilador… Pero necesito mentirme y mentirle, ya no soy capaz de seguir sin esta droga. No me importan la consecuencias. 







Hay rumores en New York. Para algunos jóvenes de Manhattan los trastornos cardiovasculares y depresivos o la psicosis y posteriores comportamientos desmedidamente violentos no importan. Porque ya sabéis la famosa frase de ‘a mi no me pasará’ y aquella otra de ‘es un droga sana y natural’. Aquellos jóvenes que sangran de dolor por aquello que se atreven a llamar ‘amor’ pero lo desconocen, tal palabra si es real nunca causo un daño desmedido a quienes lo sintieron o en este caso padecieron porque para Maslow y MacDylan será la droga más cara jamás comprada y sus efectos más dañinos que el fuego sobre la piel desnuda. 

Sex on fire 10/13

El público esta encantado. Entonces Sharon me besa en un impulso desenfrenado y yo no consigo esquivarla. El beso se prolonga más de lo esperado y el batería se ve obligado a improvisar un solo de guitarra. Sharon deja caer sus brazos que sostenían con fuerza mi rostro y me encuentro perdido en mitad del ruido. Mis ojos buscan rápidamente a Sam pero ya no esta. La rabia se apodera y la impotencia de mi mientras Sharon próxima al bajo se contonea tarareando la letra de vez en cuando casi sin fuerza. Gritan nuestros nombres. Ella se aproxima y posa su mano en mi cuello obligándome a acercarme mientras canta con el micro en la mano derecha. Sin dejar de hacerlo y en cuestión de segundos se alza encima de mi y me veo obligado a sostenerla. Tiene sus piernas enroscadas a mi torso. 

La deseo y la odio a la misma vez. Sonríe echando su cabeza hacia atrás y se lame los labios arrebatadora, divertida, sensual, descarada y de nuevo arrebatadora. La sensación de amar el daño y creer que merece la pena sufrir por ella crece por instantes y quiero hacerla mía. De pronto deja de cantar y me mira fijamente. Caminamos sobre el escenario y el público grita casi eufórico. Pero ya no les oigo, ni tampoco al bajista, el guitarrista ni al batería. Las luces dejan de parpadear y todo es negro excepto ella. 

Es como si todo hubiera muerto. La sostengo con tan solo una mano que desciende por su espalda para agarrarla de nuevo aún más fuerte. Ella respira lentamente y se aproxima con la melena mojada sobre su rostro a mi oreja. Susurra un ‘hagámoslo’ y acto seguido se deja caer aprovechando mi mano derecha de aguante en su cintura creando un ángulo perfecto y tremendamente seductor. Y mientras su pelo roza el suelo y sus seños y ligeramente sus costillas se pronuncian mientras respira boca abajo empieza a cantar lentamente. Necesito que sea mía, ella lo sabe y quiere lo mismo. 

Sube su torso de nuevo y gritamos a la vez locos de euforia y deseo carnal. El público aplaude y ella se retira en cientos de aplausos. Desesperado la sigo. Bajo las escaleras del escenario y corro entra los pasillos. Ella también empieza a correr. 

Entra a nuestra especie de ‘camerino’ dejando la puerta abierta. No abre la luz, empieza a desnudar su cuerpo.

martes, 13 de diciembre de 2011

Sex on fire 9/13

SHARON: Me cuesta reconocer muchas cosas. Cosas como que siento miedo, que se querer y que hago daño a la gente como barrera. Lo del miedo seguramente sea porque ya he olvidado que es a excepción del miedo a no abandonarme en unas líneas o pastillas que me lleven a mundos artificiales porque prefiero el cartón piedra. Menos real, sí, y también más ameno. Se querer, aunque no lo parezca. Lástima que no recuerde como se hacia. 
Mirándome al espejo del pequeño cuarto perdido en los adentros subterráneos del bar me doy cuenta de cosas. Me miro atentamente mientras dejo salir el aire de un cigarrillo por mi nariz sin inmutarme. Me retiro el pelo hacia atrás y finjo estar bien, pero apenas aguanto unos segundos. Necesito algo más fuerte. Empiezo a ponerme nerviosa, como hace unos instantes y me veo incapaz de salir. 
He tenido tiempo para conseguir algo de ropa. Un jersey oscuro y amplio que deja uno de mis hombros al descubierto al igual que mi vientre y unos vaqueros también oscuros que marcan mis curvas haciéndolas si es posible, más atractivas. Busco desesperadamente en los bolsillos de mi pantalón y como sospechaba, no encuentro nada. Respiro profundamente pero los nervios se apoderan de mi. Me desespero y de pronto me cuesta cada vez más respirar. La habitación apenas iluminada por una bombilla amarilla se hace pequeña y en un acto reflejo abro el grifo llenando el lavamanos de agua para sumergir mi cabeza en el agua. 
Mi mente se tranquiliza. Ya no puedo oír mis gritos de auxilia en busca de sustento en forma de pastillas o varios. Recuerdo entonces que debo salir al escenario pero el agua me calma demasiado y empiezo a perder el conocimiento.


ROBERT: El público se enerva. Alzan sus copas gritando el nombre de Sharon. Como siempre hay más personas de las que en teoría caben, pero es irregularidad no es importante si el dinero puede maquillarla. Y el tiempo se para cuando de entre decenas y decenas de hombres borrachos y ansiosos de Sharon y otras tantas mujeres de Manhattan que se dejan caer por este bar logro ver un rostro angelical. Samanta. Nuestras miradas se cruzan pero ella parece no reaccionar. Su rostro perfecto se rompe y se asusta llevando su mano derecha sobre sus labios. 
En el mismo preciso momento había empezado a notar agua en mi espalda y el público enloquece. La gran Sharon irrumpe en la escena. Ella, que sin dejar que fallaran mis expectativas, aparece más fuerte que nunca. Lame mi cuello y lo muerde. Sam retrocede torpe chocándose con la gente que se encontraba a su alrededor. Las luces parpadean y la gente empieza a saltar. Tras varios cambios de luz la pierdo entre la multitud y me siento más culpable aún si cabe. Sharon le pregunta al público si esta necesitado de rock and roll y ella ante el grito positivo se lo da, porque es lo único que sabe hacer. Se quita el jersey y lo lanza al público. Cierra los ojos y empieza a cantar con una voz seductora y desgarrada que hipnotiza. En un movimiento rápido retira todo su pelo hacia un lado y poco a poco se cae encima de su rostro. Baja su torso con fuerza simulando tocar una guitarra mientras canto repartiendo mi vista en rápidos movimientos hacia Sharon y el público en busca de Samanta.

Hay rumores en New York. Manhattan arde en llamas y entre estas se acaba de calcinar un ángel de cabellera rubia. Numerosas fuentes señalan a la vocalista de un conjunto rockero, famoso en Lower East Side, como la causante del incendio. Las masas agitadas hacen de sus gritos un juicio popular, que en conflictos urbanos jamás se puede evitar. Pero nadie culpa a Sharon Maslow porque todo lo que les atrae de ella es precisamente lo que les daña y el deseo supera al dolor si este último es la vía para llegar a satisfacer el primero. 

Sex on fire 8/13

ROBERT: [...] Ata su pelo en un intento de coleta que finaliza en recogido mal acertado pero curiosamente encantador y entonces llego yo. No tardo en encontrarla derrotada en la cama y mis ojos la preguntan ‘¿por qué?’. Su mirada no tarda en responder un ‘porque te quiero y no me estás tratando bien’. 

Sabe que he estado con Sharon, pero lo olvida cuando lanzo la bolsa al suelo tras acercarme a ella y obligarla a que pose su torso en la cama. A centímetros de ella aún se ve más hermosa. Mi mano derecha suelta su recogido sin hacerla daño. La beso y ella no responde. La miro casi suplicándole que se deje hacer. La necesito. Cede como siempre ante mi chantaje emocional y me siento culpable pero lo olvido tras besarla con fuerza perdiendo mi mano por debajo de su sudadera. Su respiración se entrecorta y sin dejar de besarla con un hábil gesto necesitado de su ayuda desnudo sus piernas. 

De pronto nos hacemos uno desnudos entre las sábanas y vuelve a ser de noche en de Lower East Side. Sus jadeos me excitan. Es tan dulce… Mis labios recorren sus senos hacia lares continuos a donde su abdomen pierde tal nombre no sin antes mirarla tentador. Muere de placer y más tarde la hago mía como jamás lo hice. Pierdo el control sin saber como y me indica que la estoy haciendo daño en varios susurros pero yo no la escucho. Su pelo de pronto oscuro me enreda intentando asfixiarme. Sus senos cogen volumen y sus curvas en sí se acentúan. Su saliva es Jack Danield’s caliente. 

- Robert, me haces daño ¡me haces…! – apenas termina la última palabra que se ahoga en un gemido doloroso.
- S… Sharon… - consigo decir y de pronto reacciono- Oh, Sam… - empiezo a rogarle ante su inmediata separación y arrastre se sábanas hacia a su cuerpo en un esquina- Samanta, no… 
- ¡¡SHARON!! Siempre, ¿te has acostado con ella, verdad? Sabía que… Que idiota he sido – se levanta dejándome con las sábanas en la cama. 

Se viste deprisa ante mil explicaciones mías. Recoge su pelo con una nueva goma y agarra la bolsa que lance al suelo con la seguridad de que no se iría. 

jueves, 8 de diciembre de 2011

Sex on fire 7/13

ROBERT: Una Sam enfadada estrella fotografías enmarcadas nuestras. Quedan en el suelo del pequeño comedor sonrisas de fotomatón dañadas por cristales rotos. Ella se deja caer en el sofá. Tiene el ceño fruncido y la comisura superior de los labios un tanto arqueada. Derepente, en aquella mañana de lunes se odio a si misma por ponerse a reír recordando un ‘no sabes lo guapa que te pones cuando te enfadas’ que suelo repetirla una y otra vez. 
En cuestión de segundos se levanta del sofá dejando caer uno de la decena de folios lanzados por mi con palabras que empiezan con ‘Sharon’ siguen con la misma y terminan con un intento fallido por dejar de mencionarla. Los ha leído todos al menos dos veces la mayoría e incluso un par de ellos siete veces. 
Sabe quien es la chica de la que hablan esas letras. La ha visto cientos de veces, porque aunque no lo haya mencionado Sam siempre esta ahí, en cada actuación y esperándome en casa cuando me carcome la desesperación o necesito espacio. Ha visto como me trata y lo que es peor, como trato yo a Sharon y lo que somos al subir a u escenario. Eso la come viva. 
Ella es el cielo que se ofrece placentero en mitad del sufrimiento. Ojos de un marrón claro como la miel que impresionan por su granearía y la colección e pestañas infinitas que se suceden a su alrededor. Pelo rubio platino corto hasta los hombros y ondulado, mejillas ligeramente rosadas y cuerpo delicado. Apenas sin cuervas, las necesarias en una tímida medida pero atractiva en su conjunto.  
Recoge sus cosas en una bolsa mal hecha sobreponiéndolas según la intensidad del delirio rabioso que se apoderaba de ella en décimas de segundos. Decide ponerse unos vaqueros y cualquier sudadera ancha y deja se detiene en medio de la habitación tras oler la sudadera que lleva. Huele a mi y eso le asusta. Se da cuenta de que no puede ir lejos si no es conmigo. Porque ella si cree en el amor, la incapacidad de traición al ser amado, el destino y esas fábulas necesarias para un San Valentín rentable para peces grandes del sector. Mira la cama y se acuerda de las veces que la hice el amor, porque ella cree que sin ‘cariño’ el seco no vale la pena y bueno, que la leche viene directamente del tetrabrik y no del pobre animal. Supongo que ambas cosas serán propias de chicas de Manhattan. Siente pena y se sienta en la cama al lado de la bolsa que pretendía llevarse a ‘algún lugar’ al lado de ‘no tengo ni idea de ande ir’ justo dentro de '¿por qué me fui?'.

Hay rumores en New York. El corazón de una joven de Lower East Side (Manhattan-NY) se descompone en múltiples fragmentos que acribillan sus entrañas matándola lentamente. La historia comprobó que hay heridas que sin haber sido por arma blanca o de fuego, desangran hasta al corazón más fuerte.

martes, 6 de diciembre de 2011

Sex on fire 6/13

ROBERT[...] La arrebato en un movimiento rápido el control del coche y giro el volante para cambiar de dirección, ella grita asustada y la obligo a frenar en seco para quedarnos sobre una acera. El coche invade la calle desierta debido a las horas y Sharon se queda mirando a un punto fijo casi sin respirar. Pongo mi mano derecha en su mentón obligándola a girar su rostro. Estudio su rostro y me nace el deseo de besarla pero lo mato apartándome bruscamente. Tras una fácil negociación cede a colocarse en el asiento del copiloto y conduzco llevándola a su casa. 

- No puedo volver a mi casa, a estas horas seguramente él estará ahí- me suplica atemorizada.
- Sharon, deja de jugar.
- Me llamaste – empieza segura y desafiante- estaba con él.
- ¿Él? – exagero el desconcierto para esconder la rabia que me crece descontrolada y se apodera de mi mente en forma de imágenes de ‘el’ tocándola contra su voluntad pero estas se distorsionan ante la cuantía de inocencia de Sharon.
- Fui a buscar un poco de… - le tiembla la voz al intentar decirlo- le debo… ¡me obligó! ¡me desnudó! Quería dinero pero… Es un hijo de puta. 
- ¿Y quieres que te crea? – pregunto en un tono queda y desesperante- Acabas de decirme que juegas con tu cuerpo por una línea y ¿quieres que te crea? Tan solo eres una jodida niñata de Manhattan con cuerpo de mujer que haría lo que fuese por unos cuantos gramos. Baja de mi coche – freno de golpe aprovechando que no vienen coches detrás de mi- ¡baja de mi coche! Creía que tu desvarío y tu parafernalia de autosuficiencia barata se quedaba en Lower East Side… - apenas se oyen las últimas palabras que dejo caer entrecortadas estudiando su semblante frío y de pronto calculador.
Baja de golpe tras escrutar mi rostro sereno y enfurecido. Cierra la puerta bruscamente no sin antes empezar a propinarme insultos de todo tipo. Pero ya no la oigo, miro por el retrovisor y dejo atrás al desequilibrio mental en forma de mujer. Grita y se lleva el pelo hacia atrás incrédula ante la situación. Mis labios recuerdan su frío beso que fue calor instantáneo y la maldigo por no poder evitar rememorarlo. 
Le da patadas al aire hasta que tiene que apartarse para cederle el paso a un turista azul eléctrico. Me cuesta verla pero distingo su silueta y veo como se sienta en la acera. Acelero y la pierdo de vista. Tiene dinero, mi dinero y la soberbia necesaria para aparecer como cada noche drogada, sensual y descarada por Lower East Side. Y eso me tranquiliza pero esto último me altera ya que soy consciente de que quizás yo tan solo dependa de una droga y sea natural pero es la más nociva de todas las existentes sobre la faz de la tierra. Esa droga es bipolar, agresiva, calculadora, atractiva y poderosa. 
Hay rumores en New York. Un bar de Lower East Side (Manhattan-NY) puede que este apunto de perder la pista a la cantante Sharon Maslow o lo que es lo mismo, perderle la pista al rock con carmín oscuro. Y es que un ángel desinhibido y bastante atractivo ha intentado buscar ‘ayuda’ en los brazos equivocados. Ambos (el ángel y los brazos en cuestión) se sienten culpables por hacerse daño pero el orgullo es más fuerte aunque algunos habitantes de Manhattan que poco a poco empiezan a despertarse al lado de quien juraron odiar, saben que el deseo posee una fuerza abrasadora. 

Sex on fire 5/13

ROBERT: [...] Finalmente la agarro por el brazo derecho e intento sacarla del apartamento. Me mira seductora y desafiante.
Su fuerza crece y consigue soltarse antes de salir por la puerta. Vuelve a entrar al apartamento y busca por mi habitación algo de dinero y las llaves de mi coche. Intento detenerla pero no lo consigo. Aunque a lo mejor es mi anulación total ante su presencia. 
- Si vienes conmigo, me sigues. Si no, ya nos veremos aunque no sabría decirte cuando. No te aseguro llegar a la noche de mañana. 
Agarro sus manos antes de que salga de la habitación y como típico acto reflejo ‘femenino’ suyo eleva su rodilla izquierda hacia mi entrepierna. Respiro enfurecido por el dolor y su soberbia. De pronto me regala un beso rápido y huye por las escaleras. Sin pensarlo agarro mi cazadora y corro tras ella y antes de salir veo a Sam levantándose lentamente del sofá a causa de los ruidos. Cierro la puerta y bajo las escaleras con la intención de perseguirla. Busca mi coche al cruzar la esquina y lo ve aparcado al final de la calle continua. Corremos casi a la misma velocidad y abre el coche antes de llegar a él pero consigo frenarla.
- ¡¿Qué?! – grita ella de nuevo desafiante.
- ¿Has vuelto a drogarte? 
- Déjame, no tienes ni puta idea de mi vida… - sus ojos empiezan a brillar e inconscientemente se muerde el labio y su respiración se agita intentando contener el llanto.
- Sharon ¿qué mierda…? 

Corre hasta el coche y la sigo, entro por la puerta del copiloto y nos adentramos en el corazón de Manhattan. Sus calles casi desiertas cuentan historias nocturnas. Algunas parejas vuelven a casa, coches que buscan direcciones opuestas entre el silencio y luces multicolores que enfundan a la ciudad de vida por poco tiempo antes de que el sol amanezca y sea la gente la que insufle vitalidad a las mismas calles. 
La miro y me aterra. Mientras conduce concentrada empieza a llorar casi sin hacer ruido. Se lleva el pelo hacia detrás y como puede enciende un cigarrillo bajo mi atenta mirada. Derepente quiero protegerla, necesito hacerlo. Intento hablar y ella me frena.
- Es un hijo de puta. Pero es lo que me merezco ¿no? – saca el humo lentamente- Me importa tan poco todo que ni siquiera temo por mi vida. Me doy asco. Voy en busca de cocaína o algún chute… - respira hondo inclinando el cigarrillo repetidamente incitando a la caída de su ceniza- se que puedo conseguir lo que sea jugando con mi cuerpo pero... Robert… Todo lo que necesito son unas putas rallas de cocaína al día. Ofrezco mi cuerpo al juego para matarme lentamente y ¡mírate! Tú crees que soy una jodida yonki porque me miras por encima del hombro, lo sé, no te preocupo tan solo quieres que me relaje y te de tu puto coche ¿eh? ¿sí? No soy ninguna… - se le escapan nuevas lágrimas y acelera el coche.
- Sharon… No corras, relájate – intento no parecer nervioso.
Le arrebato en un movimiento rápido el control del coche y giro el volante para cambiar de dirección, ella grita asustada y...