ROBERT: Una Sam enfadada estrella fotografías enmarcadas nuestras. Quedan en el  suelo del pequeño comedor sonrisas de fotomatón dañadas por cristales  rotos. Ella se deja caer en el sofá. Tiene el ceño fruncido y la  comisura superior de los labios un tanto arqueada. Derepente, en aquella  mañana de lunes se odio a si misma por ponerse a reír recordando un ‘no  sabes lo guapa que te pones cuando te enfadas’ que suelo repetirla una y  otra vez. 
En cuestión de segundos se levanta del sofá dejando  caer uno de la decena de folios lanzados por mi con palabras que  empiezan con ‘Sharon’ siguen con la misma y terminan con un intento  fallido por dejar de mencionarla. Los ha leído todos al menos dos veces  la mayoría e incluso un par de ellos siete veces. 
Sabe quien es  la chica de la que hablan esas letras. La ha visto cientos de veces,  porque aunque no lo haya mencionado Sam siempre esta ahí, en cada  actuación y esperándome en casa cuando me carcome la desesperación o  necesito espacio. Ha visto como  me trata y lo que es peor, como trato  yo a Sharon y lo que somos al subir a u escenario. Eso la come viva. 
Ella  es el cielo que se ofrece placentero en mitad del sufrimiento. Ojos de  un marrón claro como la miel que impresionan por su granearía y la  colección e pestañas infinitas que se suceden a su alrededor. Pelo rubio  platino corto hasta los hombros y ondulado, mejillas ligeramente  rosadas y cuerpo delicado. Apenas sin cuervas, las necesarias en una  tímida medida pero atractiva en su conjunto.  
Recoge sus cosas en  una bolsa mal hecha sobreponiéndolas según la intensidad del delirio  rabioso que se apoderaba de ella en décimas de segundos. Decide ponerse  unos vaqueros y cualquier sudadera ancha y deja se detiene en medio de  la habitación tras oler la sudadera que lleva. Huele a mi y eso le  asusta. Se da cuenta de que no puede ir lejos si no es conmigo. Porque  ella si cree en el amor, la incapacidad de traición al ser amado, el  destino y esas fábulas necesarias para un San Valentín rentable para  peces grandes del sector. Mira la cama y se acuerda de las veces que la  hice el amor, porque ella cree que sin ‘cariño’ el seco no vale la pena y  bueno, que la leche viene directamente del tetrabrik y no del pobre  animal. Supongo que ambas cosas serán propias de chicas de Manhattan.  Siente pena y se sienta en la cama al lado de la bolsa que pretendía  llevarse a ‘algún lugar’ al lado de ‘no tengo ni idea de ande ir’ justo  dentro de '¿por qué me fui?'. Hay rumores en New York. El corazón de una joven de Lower East Side (Manhattan-NY) se descompone en múltiples fragmentos que acribillan sus entrañas matándola lentamente. La historia comprobó que hay heridas que sin haber sido por arma blanca o de fuego, desangran hasta al corazón más fuerte.
De verdad dices unas cosas,que valla blog más bonito!
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