sábado, 28 de enero de 2012

Y reinvertarme

La mayoría no saben nada de las heridas, y la mitad no saben acabar de lamer lo suficiente tacto para que se cierren definitivamente.
¿Por qué debería importarme? 
Claro que he amado más de 365 días, y no me he podido quitar a esa pernosilla de la cabeza, ni he podido comer, ni dormir, y he salido solo para sentirme menos inútil. Yo a eso le llamo sentir, sentir al límite de cada exceso. Yo no odio a los hombres, tampoco a las mujeres, yo únicamente pertenezco a un colectivo que dista de la única diferencia que tiene esta sociedad entre los géneros. Nosotras putas y ellos unos cabronazos. Como si eso hubiese que asumirlo sin levantar cabeza, sin replicar. No me da la gana de aceptar ciertas cosas, solo porque la muchedumbre se lo tome como ley día a día. No soy de amigos de toda la vida, ni de echar de menos mi casa, ni mi habitación, si estoy con él, me da igual que no lo entiendan. Por lo demás, no necesito a nadie que me diga lo guapa que estoy cuando llevo tres días sin dormir, ni necesito pensar siempre en el futuro. Me aterra ese tipo de rutina. Adoro la fugacidad del momento. Y si tengo que volver a caer cien veces más porque me agobio tanto pensándolo que necesito huir, lo haré, caeré y estallaré. Pero siempre volveré a ascender. A reinventarme para poder volver a empezar, engañándome o no. A excitarme con todas las pequeñas cosas que hacen que la vida cobre sentido.

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